Pesadilla.

Otra vez no pudo conciliar el sueño. Por la noche los acontecimientos volvían una y otra vez a su memoria, reviviendo incestuosamente sus recuerdos. En duermevela, el movimiento sudoroso de su cuerpo arrugaba las sábanas. Y ella se hundía, buscando desesperadamente descansar de sus pesadillas.


Aparecía de forma repentina, sin que ella hiciese nada para llamarlo. Aquella sombra erguida en el umbral de la puerta, observándola. Notaba que la presencia le miraba y no comprendía que quería de ella. La sombra se acercaba con pausados movimientos, como si disfrutase del espacio que le quedaba por recorrer hasta llegar al borde de su cama. No quiso mirar. No podía hacerlo. Se encontraba completamente rígida, esperando el preciso momento en qué él quisiera rozarla. No era miedo. Pero sí una angustia insoportable. No sabía quien podría querer comunicarse con ella, en base a qué la presencia se había manifestado. La estaba torturando sin piedad. No podía calcular el tiempo que llevaba acercándose, aunque le parecieron horas. Sintió de repente un dolor profundo, intensísimo. Casi le cortaba la respiración. Abrió los ojos aterrorizada, y vio la sombra pegada al borde de la cama. Nada hacía, más que observarla impertérrito, como si quisiese decirle algo que sólo ella mereciese saber. Notó como su espíritu pugnaba a salir de su cuerpo. Pero la cara, embozada en las sombras, era como si no le dejase moverse de allí. Una mano invisible no le permitía abandonar su cuerpo, exhausto del esfuerzo, y paralizado por el pánico. De repente, con la inconsistencia de un sueño letárgico, la sombra desapareció, y el dolor y la sensación de inmovilidad también. La inesperada visita se esfumó, y con ella el miedo. Ya no pudo sino quedarse exánime, agotada. Y envolviéndose en las sábanas, se quedó dormida.

Id con cuidado, lectores. Puede que la próxima vez el fantasma aceche en la intimidad de vuestros hogares.


Comentarios

Crispal ha dicho que…
Tío, qué miedo. Y ya después de ver la foto seguro que no voy a poder dormir.
Schwan ha dicho que…
Esas manos amenazantes... si, de pesadilla. De la que tardaremos en despertar cuatro años.

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