Como un pajarillo.


No recuerdo la primera vez que te respondí.

Sí sé, con toda seguridad, que ibas preparando el camino. Te aliaste con mis padres para ir allanando el terreno, y poco a poco, empecé a oír hablar de ti. También el círculo donde me desenvolvía ayudaba a buscarte. Pero no fue hasta que, en silencio, puse coto a todo lo que me habían dicho, y lo enfrenté a mi corazón. Allí, en lo más íntimo, fue cuando te diste a conocer y miré más allá de las palabras, más allá de mis costumbres y circunstancias; y desde entonces, soy como un pajarillo al que vas alimentando, miguita a miguita, con cuidado; probablemente porque mi pequeña alma podría atragantarse si me dieses una ración de más.

Empecé a verte en la belleza de las cosas. Comencé a desentrañar los vericuetos por los que discurre tu economía. Aprendí a confiar en ti. Y tú me dabas exactamente aquello que necesitaba, aunque no coincidiera en absoluto con lo que yo había planeado. Y tú me diste, me diste, me diste a lo largo de toda mi vida, sin yo merecerlo.

Encendiste una llamita imposible de apagar. En mí dejaste un rescoldo, unas brasas que de vez en cuando se avivan, y otras veces languidecen esperando una respuesta mía para no desfallecer. Así de egoísta soy, que sólo respondo cuando viene bien, por más que me propongas seguirte radicalmente. Sin embargo, intuyo lo que podría llegar a ser, por el ejemplo de esas personas que son fuego, arden de gozo y se consumen consagrándose en tus caminos.

Yo soy cobarde, soy débil.., pero siempre vuelvo, en los puntos cardinales de mi vida, cuando siento que desde algún punto concreto, nada volverá a ser igual; siempre vuelvo, porque una vez te dije que sí, y todo mi ser está configurado íntimamente para seguirte. Algunas veces siento que estoy sostenido, como cuando mi hijo de meses despierta asustado por una pesadilla, y yo le recojo y le mimo, y en el fondo de sus ojos veo al mismo tiempo el miedo a lo desconocido y el consuelo de mis abrazos... ¿Qué no harás Tú conmigo!

Siempre vuelvo, cayendo y levantándome, porque Tú eres la referencia cierta que yo elegí, y no cabe vuelta atrás: sólo rogarte y pedirte que acrecientes mi fe para poder cambiar el mundo, como un pajarillo al que vas alimentando, miguita a miguita, hasta que pueda volar.

Comentarios

Natalia Pastor ha dicho que…
La fe está en lo más profundo del corazón, como una joya inmensa,un lugar de sabiduría donde recurrimos en los momentos de flaqueza.
Un post bellísismo.

Entradas populares de este blog

Días felices.

Tony Blair, el enemigo en casa.