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Mostrando entradas de mayo, 2010

Días felices.

Yo canto; tú lo sabes: canto. When Jesus wash.. ¡Oh, happy days! Y en cada nota, cada acorde in crescendo, siento crecer en mí el amor. Es el bálsamo que cubre y sana mis heridas. Rezo. No sé hacerlo de otro modo: es la única manera que puedo suplicar perdón. Flores en el jardín. Valla de madera blanquísima delimitando el pequeño huerto. Ropa tendida donde, a veces, dejo secar mi alma. Cielos azules, de raso y almidón, como la casa en que tú y yo vivíamos antes de marcharte a Afganistán. Este es el recoveco de mi vida donde guardo mis días felices, encerrados en la buhardilla de mi corazón. Cuando te vi bajar las escaleras de aquel avión ya eras otro. Olías a pólvora quemada y a odio incomprensible, contenido y absorto, y ni siquiera mis besos fueron capaces de borrar la propaganda y la guerra, el hastío infinito que traías en los bolsillos de la mochila. ¿De dónde sacaste tanta tristeza? ¿Qué hiciste, amor, para despertarte todas las noches empapado de lágrimas? Yo te preguntaba, y tú