Familia y Vida.


Familia.

Hoy se ha aprobado en el Parlamento Español la Ley de matrimonios homosexuales, equiparando las uniones entre personas del mismo sexo con el matrimonio tradicional entre hombre y mujer. Así, España tiene el dudoso honor de ser pionero en denominar matrimonio a la unión de dos hombres, o dos mujeres.

No sabemos cuál será el siguiente paso. No hay duda que una vez cerrado el debate (¿he dicho debate o rodillo?) sobre la conveniencia de llamar matrimonio a lo que sin duda, no lo es, tengamos que asistir a otra serie de reivindicaciones de lobbies más o menos representativos de la sociedad, como pueden ser los tríos, los matrimonios incestuosos, los hermanos, las comunidades de vecinos, y los "yo me caso con mi perro porque es más fiel, y no me pone mala cara". Todo es posible en la viña del Señor Progresista.

Mi caso es terroríficamente normal. Tan normal, que está considerado arcaico y claramente homófobo. Un día me casé con mi mujer y el Estado me tenía preparada una protección jurídica que me garantizaba un puesto básico en la sociedad, entre otras cosas para contribuir a engrosar las arcas del Estado con mis impuestos, evidentemente. Hoy me he levantado con otro talante. Ya sé que puedo divorciarme si me da la gana sin ningún motivo plausible, obviando el engorroso trámite de la separación. A los tres meses, libre como un pájaro. Nada de responsabilidades ni compromisos. Además, con esto de la equiparación tan saludable y simpática, puedo inmediatamente volver a casarme con un señor barbudo que puede ser mi primo, porque al Estado le da igual. Adoptaré a quien crea conveniente, pues tengo derechos inalienables a tener hijos, como todo el mundo. Cuando mi querido barbudo se canse de mi, ya veremos qué hago. Quizá vuelva a la conducta heterosexual y me arrejunte en comuna con varias mujeres, registrándome como pareja o comunidad de hecho en el Ayuntamiento más próximo.

En fin, no hay límites a mi egoísmo patológico. Cuando se trata de libertades, soy el primero en correr a apuntarme. No puede ser de otra forma. Ya era hora que el Estado quitase trabas para que yo pueda hacer y deshacer a mi antojo. Liberalismo puro encubierto de falso socialismo. En la moral,(¿qué es eso?) los extremos se tocan.

Voy corriendo a decirle a mi mujer que nos hemos quedado obsoletos. Somos como viejas máquinas de procrear y pagar impuestos. Voy a proponerle que nos separemos inmediatamente, porque esto no puede seguir así. Desde hoy mismo, duermo en el sofá. Y a nuestros hijos no nos queda más remedio que darlos en adopción a cualquier pareja moderna homosexual, monoparental, pluricomunal.. para que por fin, sean felices en esta sociedad tan abierta y solidaria.

Anda!, pero si encima mi mujer y yo somos creyentes!!. Qué barbaridad, no tengo remedio. Comprendo que en este país ya no haya sitio para nosotros.

Comentarios

Lilian ha dicho que…
Qe no te gane el desánimo. Tú que dialogas con Dios, deja que te hable, escúchale, déjate sorprender por Él y lo que ha de pedirte.
Un abrazo.
Dios te bendiga
Anónimo ha dicho que…
Tranquilidad, que nadie te obliga ni a divorciarte ni a casarte con un señor barbudo. El derecho a casarte con alguien de tu mismo sexo es simplemente un derecho, no una obligación ;)

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