Las tres Españas.

(Libre adaptación del cuento: Los tres cerditos.)

He construido mi casa sobre nuevos pilares, aunque presumo sin rubor de la antiquísima técnica con que fueron tratados..Provienen del valle remoto en el que vivo, guardián de mis antepasados y frontera natural que me protege de los otros. Procuro que sea una construcción sólida, de muros herméticos y resistentes, con la sana intención de que no pueda escaparse mi calor, ni sea posible, asimismo, entrar su frío. Hay pocas ventanas, las estrictamente necesarias. Mucha luz puede llegar a ser incompatible con la necesaria contemplación y adoración de los valores sagrados que se procuran estimular en esta casa. El recogimiento, la meditación y la constante exposición del patrimonio familiar nos recuerda diariamente el objetivo último de nuestros desvelos: el cultivo del hecho diferencial. Sin eso, no somos nada. La autosuficiencia de los que pertenecen a mi clan, está enraizada al desarrollo de mi lengua, de mi historia, de mi cultura.. Todo se mezcla, se combina, se tamiza y reproduce bajo el prisma integrador de la comunidad elegida. Cuando el electorado llama a nuestra puerta, elegimos cuidadosamente quién es el que puede pertenecer a la familia y le exhortamos a la integración forzosa, amenazándole con la ignominia y vergüenza que supone no pertenecer a la hermandad de la raza, con el destierro, y a veces, con la muerte.

Mi casa está situada a la izquierda de cualquier sitio, y preferentemente, suelo elegir las que son de los demás. Y es que mi ideología sostiene la primacía del colectivo sobre el individuo, teoría definitiva mientras sea yo quien ocupe y gestione la socialización.. Procuro mudarme continuamente, más que por problemas de localización o preferencia, por dos motivos fundamentales: Cuando se está de paso, no se suele cambiar el mobiliario. Lo adapto a mi conveniencia, respetando únicamente aquello que siempre llevo conmigo: los iconos inmutables de la cultura revolucionaria, base necesaria y suficiente que guía con mano de hierro el sentido de mi existencia. La segunda razón es que soy un hombre de progreso. La innovación exige una completa dedicación y el sacrificio de lo cotidiano, de lo permanente... No entra en mis cálculos echar la vista atrás; el pasado siempre está a mi favor, pues es cambiante y sin comprobación directa posible.... Suelo utilizar cualquier técnica que se ajuste a mis propósitos más inmediatos, y no me duele recurrir a herramientas que justifiquen la consecución inapelable de mi causa común. El fin perseguido es infinitamente superior a los medios para conseguirlo; “yo no puedo quedarme sin casa, por lo tanto, tú tampoco”. Ahí reside la superioridad moral y cultural con que agasajo al electorado cuando viene a visitarme...


Mi casa es preciosa. Amplios ventanales, solariega y acogedora, con un cierto toque muy personal, incluso anárquico. He acumulado sin descanso vivencias y anécdotas de mi larga existencia, guardándolas con cariño en forma de álbumes de fotos en blanco y negro, de cuartillas amarillentas garabateadas con dibujos a lápiz y versos inconclusos, de libros..-¡cuántos libros!-.. inundando los estantes con palabras apretadas, comprimidas. Y de objetos, recuerdos palpables, algunos escondidos en los cajoncitos del viejo bargueño, otros colonizando rinconeras y mesas y cómodas y aparadores... Tengo un desván pequeñito, oscuro y olvidado, al que no recurro desde hace ya muchos años. En él guardo bajo llave los jirones de un traje mal cosido, retales deshechos de un pasado perdido en la memoria. No puedo evitar que haya rendijas en mi destartalado desván. Por allí se filtran emociones. A veces dejan la casa impregnada de melancolía. Otras, resbalan por las paredes pensamientos autoritarios y complejos de inferioridad que dejan los cuadros descoloridos y emborronados, tristes..Lo peor es cuando los prejuicios y la corrupción anegan mis cosas más personales, reinterpretando mis fotos y mis versos, contaminando mis libros y mis recuerdos...No me importa reconocerlo, hay cosas en mi casa a las que no les llega la luz. Procuro limpiar todo antes de que venga a visitarme el electorado, pasándoles directamente al salón, pero suelen insistir en que les enseñe toda la casa. De vez en cuando me sorprenden dormido, recostado cómodamente en la ignorancia del sueño profundo. Siempre acaban despertándome.

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Cómo las parábolas !

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