Eclipse interior.


El era un hombre importante.

Hasta hace bien poco, un empresario de éxito, con el móvil repleto de contactos, la cartera llena y la agenda apretada. Mientras iba subiendo en contratos y proyectos, sentía cómo el poder le consumía en una carrera sin meta final, como si la espiral de buenas noticias no concluyese nunca, como si fuera invadido por una extraña euforia. Cierto es que había dejado en el camino su vida personal, ya que no podía dedicarle un tiempo costoso. Su mujer y sus dos hijos le habían abandonado, aunque tenía que admitir que en realidad, había sido él con su comportamiento a lo largo de los últimos años el que había desencadenado los acontecimientos. Ahora está arruinado.

Recorre las calles atrapado en sus pensamientos, preguntándose porqué todo su castillo de naipes se ha derrumbado. Aquella vida le parece una farsa, el estrambote que un guionista sin escrúpulos -él mismo- ha escrito con el objeto de que la vida fuese una comedia sin consecuencias. Cuando escalas la montaña tienes el horizonte a la vista; si te impelen a bajar de golpe, caes al abismo. ¿Cómo levantarse? ¿Cómo recuperar la compostura en escena cuando ha caído el telón y has de moverte entre bambalinas?

Se sienta en un banco del parque, ajeno a los murmullos de los árboles cimbreando en sus copas. La vista atrás, en sus recuerdos. Había perdido algo mucho más trascendente que su trabajo; había perdido un modo de vida lleno de maquillaje y luces de flashes, tan inmediatos y continuos que no había podido percibir la verdadera naturaleza de lo que le estaba ocurriendo; todo eclipsaba su mundo interior: había renunciado a ser persona.

Suspira inquieto. Lo primero que ha de hacer es volver a sus orígenes, redescubrir las cosas que echa verdaderamente en falta. El alma agostada en la espesura; su familia; el amor como esperanza de las promesas que no se cumplieron y el perdón. El perdón indispensable para volver a levantarse de ese banco del parque y dar, las veces que sean necesarias, el primer paso de una nueva vida.

Comentarios

Angelo ha dicho que…
Estoy convencido de que esta historia se repite a diario en muchos lugares de esta tierra y que cada vez más será el número en la que muchos se vean reflejados. Ciertamente hay que saber poner cada cosa en su lugar y eso no siempre es fácil. Yo rechacé un ascenso que me hubiese impedido ver a menudo a mis hijos. Y la cara y los comentarios de mis jefes y compañeros parecían la de estar acusándome de haber cometido un delito. Hoy paso desapercibido, compañeros más jóvenes han pasado a ocupar ese lugar. No me he arrepentido ni un solo día de esa decisión que tomé hace 17 años. Un abrazo
alter-ego ha dicho que…
yo soy uno que me reflejo a la luz del alba con sus gotas del rocio.
Cada día veo el amanecer.
Vengo del blog de nuestro amigo y querido Angel.Felicidades por difundir nuestra fe.
Antecedente ha dicho que…
Gracias por pasar y dejar vuestro comentario, Angel y Alter Ego.
Guerrera de la LUZ ha dicho que…
Es muy importante saber que cada día la vida puede volver a empezar. Todo tiene remedio mientras sepamos perdonarnos. La fuerza de la esperanza.

Otro beso.
Natalia Pastor ha dicho que…
Hay que saber valorar, sopesar y poner sobre la balanza que prevalece, cuales son tus prioridades.
A la larga, eas decisión condiciona absolutamente el resto de tu vida,las relaciones con tu familia, y tu propia satisfacción personal.

Saludos.
eligelavida ha dicho que…
A veces, no sólo volvemos a comenzar cada día, sino varias veces al día. La cuestión está en no cansarse de perdonar y saber que constantemente somos perdonados. Un saludo.
Brígida ha dicho que…
Si se puede comenzar cada día, de todo se aprende y por tanto estamos aquí para eso.
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