En Soledad.



Es de locos.

A veces me pregunto porqué me gusta tanto el silencio o la soledad, yo que estoy siempre acompañado. Será por contraste. ¿Crisis de los 40? Mmmm.. todavía no. Ayer hice un viaje relámpago con objeto de recoger parte de equipaje y todas las bicicletas del pueblecillo donde pasamos algunos días del veraneo. Ida y vuelta. Lo justo para cargar y salir, por cuestión de tiempo. Un café. Cuando he pasado por la plaza y la he visto vacía, no he podido contenerme. He aparcado el coche y me he mandado a paseo. Literalmente.

Paseo por calles empedradas, desfilando despacio con las manos recogidas atrás y el corazón en las alturas. La vieja Iglesia del siglo XVI me recibe silenciosa, y su sombra me cubre lánguida con cierto aire de nostalgia. Sola y cerrada, los únicos que la acompañan fuera del verano son los álamos, testigos mudos de otra época de esplendor. Sentado en un muro de piedra, observo el conjunto. ¿Y la cámara? Nada. Se queda en mi retina ese ratito de soledad. Un cuadro perfecto al atardecer.

Recuerdo mi adolescencia cuando discutíamos sobre si estábamos realmente solos, las consecuencias, y el insoportable peso de cada decisión. Ser libres y ejercer esa libertad en la íntima soledad de cada uno. Apasionante libertad aquella, sin las responsabilidades y obligaciones de esta vida que ya he elegido. Ahora, cuando estoy solo y me llega como un látigo la belleza, hablo con Dios. Supongo que a otros les dará por cantar, abstraerse o aburrirse completamente, pero no es mi caso. Rezo. Y no recuerdo pedirle o hablarle a Dios de cosas esencialmente diferentes veinte años atrás. Cierto es que todo nuestro contexto vital ha cambiado radicalmente y de alguna manera, hemos perdido la inocencia y ganado canas, pero en el fondo seguimos siendo los mismos con otras inquietudes y problemas.

En realidad lo que pasó ayer es que yo tenía prisa, pero Dios, antes siquiera de yo saberlo, me llamó a la plaza vacía, a la iglesia, a los álamos verdes y al muro de piedra, para que yo disfrutara con Él de un precioso cuadro al atardecer.

Ambos en perfecta soledad.

Comentarios

Luis y Mª Jesús ha dicho que…
¡Bendita soledad que nos permite encontrarnos con nosotros mismos!. Me gusta la soledad, necesito estar sola para entrar en la intimidad, en ese lugar donde coexisto con EL, pero curiosamente cuando estoy sola me siento culpable, quizá porque sé que hay un niño o un marido esperando.
Gracias por tu comentario en nuestro blog
María Jesús
Natalia Pastor ha dicho que…
Te entiendo perfectamente.
Ayer mismo estuve paseando al atardecer por la playa,sola, sin nadie,sin toallas ni turistas, escuchando el murmullo de las olas y perdida en mis pensamientos.
En esos momentos de paz te encuentras contigo misma,paladeas mejor todo lo que te rodea,los olores y sonidos y la conexión con Dios.

Saludos.

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