Como un pajarillo.
No recuerdo la primera vez que te respondí. Sí sé, con toda seguridad, que ibas preparando el camino. Te aliaste con mis padres para ir allanando el terreno, y poco a poco, empecé a oír hablar de ti. También el círculo donde me desenvolvía ayudaba a buscarte. Pero no fue hasta que, en silencio, puse coto a todo lo que me habían dicho, y lo enfrenté a mi corazón. Allí, en lo más íntimo, fue cuando te diste a conocer y miré más allá de las palabras, más allá de mis costumbres y circunstancias; y desde entonces, soy como un pajarillo al que vas alimentando, miguita a miguita, con cuidado; probablemente porque mi pequeña alma podría atragantarse si me dieses una ración de más. Empecé a verte en la belleza de las cosas. Comencé a desentrañar los vericuetos por los que discurre tu economía. Aprendí a confiar en ti. Y tú me dabas exactamente aquello que necesitaba, aunque no coincidiera en absoluto con lo que yo había planeado. Y tú me diste, me diste, me diste a lo largo de toda mi vida, s...