Morir del todo.
En el lecho de muerte estoy, agonizante. Ya los sueños escapan peregrinos, mezclándose con recuerdos de infancia, postergando la reflexión y el análisis acostumbrados a pequeños latidos inconexos de realidad.
Yo que siempre había mantenido una posición teórica basada en la razón; yo que había hecho de la prueba dialéctica, del criterio epistemológico, un enorme tinglado cuyos cimientos consideraba sólidos; yo que no había admitido otras pruebas distintas de las de tipo matemático o de la ciencia experimental, denunciando desde la filosofía la emponzoñada trampa metafísica, negando la necesidad de una “causa primera no causada”, un “ser necesario y no contingente”, un “primer motor inmóvil”...
¡Ay! Qué cerca me encuentro de no ser, de la nada... Así es como he definido desde siempre la existencia del hombre: Como un conjunto de componentes químicos que se interrelacionan, evolucionan y cambian. Hubo un tiempo en que me atormentó la idea de un principio de las cosas, pero me repugn...