La Paz auténtica.

Extracto de la carta de la madre de Joseba:

"Y he pensado en el sueño de poder llorar a los muertos por haber rendido a ETA. En una paz sin trampas y en llorar, en ese momento, con la conciencia limpia y tranquila. Y cerrar por fin el duelo.

¡Qué solos se han quedado nuestros muertos, Patxi!"

Podemos desviar la atención del respetable con multitud de peregrinas derivaciones sobre lo que realmente está pasando en España. Podemos establecer paralelismos forzados con el fin de ajustar el deseo indiscutible de paz al partidismo del actual juego político. Pero es imposible llegar a la conclusión que la Paz, con mayúscula, consiste en ceder sin contraprestación, como si la cuestión principal fuese dar la razón a ETA con tal de que deje de matar. El asesinato es radicalmente opuesto a la razón.

El precio político para conseguir la Paz, tal como está planteado ahora, es la independencia del País Vasco del resto de España. Y algunos ingenuos piensan que sólo acaba ahí. Es el primer paso. Cuando algunas voces previenen las consecuencias sociales y económicas que se derivan de ello, se les tacha de apocalípticos. Cuando se insiste que ETA no tiene porqué dar por concluido el chantaje, una vez cumplido su primer objetivo, pudiendo convertir Vascongadas en una república bananera (programa de su brazo político), te llaman reaccionario y antidemocrático. La casa por el tejado.

Sistemáticamente se niega que pueda haber éxodo de ciudadanos fuera del País Vasco, cuando ya lo hay. No se explica que no habrá posibilidad de mantener las pensiones, ni el Estado de Bienestar. No se quiere creer como probable una progresiva balcanización de España, con fuertes tensiones que con el tiempo desemboquen en un conflicto armado.

No quiero ser lobo con piel de cordero, ni oveja que va al matadero. Estoy convencido que las consecuencias de negociar con ETA serán un desastre para los que creen en una paz sin trampas, en una paz auténtica.

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