Mis alas.
Cuando llegue mi hora, mis brazos serán alas;
viajaré mecido por la fresca brisa de la mañana.
Rizaré tirabuzones blancos en nubes de plata
mientras el sol y el viento acarician mi cara.
Volaré con los ojos abiertos: abajo montañas;
o quizá navegue despacio sobre mares en calma.
No habrá dolor, ni tampoco tormentas extrañas;
sólo el amor de quienes he querido me acompaña.
Y surcaré libre el cielo, cantando canciones pasadas;
me harán cosquillas en el pelo las gotitas de escarcha,
y gaviotas serán pasajeros en mi avión de esperanza.
Sí, quiera Dios soplar su cálido aliento en mi alma.
Quiera Cristo posarme a salvo en su pista dorada.
Porque cuando llegue mi hora, mis brazos,
(como los tuyos, los tuyos también)...... serán alas.
Comentarios
Por cierto, te pongo un enlace desde mi blog. Tu bitácora es una maravilla.
Dorli, me alegro que te haya gustado.
Gracias por el poema.