Perdido.
Hay un lugar escondido en una sierra del Norte de España al que suelo acercarme siempre que la ocasión lo permite. Abarca unas 5000 hectáreas de robles, hayas y pinos, en frondosa discontinuidad. Cada valle es una sorpresa única e irrepetible, cada senda una invitación a explorar siempre más allá. Tienen nombres sus recodos: la Fuente del Charco, cuya agua proviene de los remotos y serpenteantes vericuetos del subsuelo montañoso; el Haya del Búho, centenario árbol hueco, enclavado en la cúspide del bosque, dominando desde sus ramas ya secas el latido silencioso del valle; las Lagunejas, islas de reposo para los jabalíes y corzos que pueblan las angosturas, susurrando querencias nocturnas; el Roquedal del Musgo, el Camino de las Caballerías, el Sendero Viejo, el Roble Blanco...
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Un saludo.