Eclipse interior.
El era un hombre importante.
Hasta hace bien poco, un empresario de éxito, con el móvil repleto de contactos, la cartera llena y la agenda apretada. Mientras iba subiendo en contratos y proyectos, sentía cómo el poder le consumía en una carrera sin meta final, como si la espiral de buenas noticias no concluyese nunca, como si fuera invadido por una extraña euforia. Cierto es que había dejado en el camino su vida personal, ya que no podía dedicarle un tiempo costoso. Su mujer y sus dos hijos le habían abandonado, aunque tenía que admitir que en realidad, había sido él con su comportamiento a lo largo de los últimos años el que había desencadenado los acontecimientos. Ahora está arruinado.
Recorre las calles atrapado en sus pensamientos, preguntándose porqué todo su castillo de naipes se ha derrumbado. Aquella vida le parece una farsa, el estrambote que un guionista sin escrúpulos -él mismo- ha escrito con el objeto de que la vida fuese una comedia sin consecuencias. Cuando escalas la montaña tienes el horizonte a la vista; si te impelen a bajar de golpe, caes al abismo. ¿Cómo levantarse? ¿Cómo recuperar la compostura en escena cuando ha caído el telón y has de moverte entre bambalinas?
Se sienta en un banco del parque, ajeno a los murmullos de los árboles cimbreando en sus copas. La vista atrás, en sus recuerdos. Había perdido algo mucho más trascendente que su trabajo; había perdido un modo de vida lleno de maquillaje y luces de flashes, tan inmediatos y continuos que no había podido percibir la verdadera naturaleza de lo que le estaba ocurriendo; todo eclipsaba su mundo interior: había renunciado a ser persona.
Suspira inquieto. Lo primero que ha de hacer es volver a sus orígenes, redescubrir las cosas que echa verdaderamente en falta. El alma agostada en la espesura; su familia; el amor como esperanza de las promesas que no se cumplieron y el perdón. El perdón indispensable para volver a levantarse de ese banco del parque y dar, las veces que sean necesarias, el primer paso de una nueva vida.
Comentarios
Cada día veo el amanecer.
Vengo del blog de nuestro amigo y querido Angel.Felicidades por difundir nuestra fe.
Otro beso.
A la larga, eas decisión condiciona absolutamente el resto de tu vida,las relaciones con tu familia, y tu propia satisfacción personal.
Saludos.