Un apocalipsis.
Por las avenidas crujía la lluvia
arrastrando en tumulto
la decrepitud de los tiempos.
Y ví como los hombres
miraban hacia arriba,
alzando sus viejas manos
en señal de duelo.
Aullaban sus almas
corrompidas,
como animales en celo.
En sus ojos sin párpados
la verdad desnuda
y el terror
lamiendo los huesos.
Y una luz
como de estrella fugaz
llenó en ese instante
el firmamento.
Ayer soñé
que todo empezaba de nuevo.
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